En el corazón de Roma, en medio de las ruinas del Foro de Trajano, es muy visible la iglesia del Santísimo Nombre de María, iniciada por el arquitecto francés Antoine Dérizet, al que le siguieron Mauro Fontana y Agostino Masucci, y consagrada en 1741. Se presenta como un exvoto, un acto de agradecimiento a la Virgen, signo de un vínculo con el pueblo austríaco tras la victoria de las tropas cristianas contra el Imperio Otomano en la batalla de Viena (1683). Durante la persecución nazi, algunos judíos encontraron refugio en el subterráneo de la iglesia. A su lado se ve la iglesia de la Virgen de Loreto. Los dos lugares de culto ocupan los espacios donde se encontraban dos bibliotecas en la época de Trajano.
El exterior se presenta como una estructura compacta, decorada con columnas y pilastras que sostienen una balaustrada con estatuas de Profetas y Evangelistas. El interior, en cambio, desemboca en un aula litúrgica de planta elíptica, vivamente decorada con mármoles polícromos, cubierta por la cúpula. Entre las bóvedas aparecen medallones de estuco con Escenas de la vida de María realizados por varios artistas del siglo XVIII.
La solemne capilla mayor, construida en 1750, custodia en una “gloria” de mármoles y estucos el Icono de la Madre de Dios con el Niño, obra medieval de la llamada Escuela Romana. Si bien la iglesia del Santísimo Nombre de María surgió en un contexto de guerras e incomprensiones, hoy se ofrece al visitante como un lugar de indulgencia, como se puede leer en la lápida sobre la entrada.