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Caridad

La caridad constituye la característica principal de la vida cristiana. Ninguno puede pensar que la

peregrinación y la celebración de la indulgencia jubilar puedan ser relegadas a una forma de rito mágico, sin saber que es la vida de caridad la que les da el sentido último y la eficacia real. Asimismo, la caridad es el signo preeminente de la fe cristiana y su forma específica de credibilidad. En el contexto del Jubileo no se debe olvidar la invitación del apóstol Pedro: "Ante todo, tened entre vosotros intensa caridad, pues la caridad cubre multitud de pecados" (1Pe 4,8). Según el evangelista Juan, el amor hacia el prójimo, que no viene del hombre, sino de Dios, permitirá reconocer en el futuro a los verdaderos discípulos de Cristo. Resulta entonces evidente, que ningún creyente puede afirmar que cree si después no ama y, viceversa, no puede decir que ama si no cree. También el apóstol Pablo reitera que la fe y el amor constituyen la identidad del cristiano; el amor es lo que genera perfección (cfr. Col 3,14), la fe es lo que permite al amor ser tal. La caridad, por lo tanto, tiene su espacio peculiar en la vida de fe; a la luz del Año Santo, además, el testimonio cristiano debe ser reiterado como forma mayormente expresiva de conversión.