La Archibasílica del Santísimo Salvador y de los santos Juan Bautista y Evangelista, comúnmente conocida como San Juan de Letrán, se alza cerca de la colina del Celio.
Originalmente, antes de la construcción de la basílica, esta zona era propiedad de la antigua familia de los Lateranos, que tenían su residencia en las inmediaciones. Los Anales de Tácito del año 65 hablan de una confiscación por parte de Nerón, debido a la implicación de algunos miembros de la familia en una conspiración contra el propio emperador.
Más tarde, los terrenos pasaron a ser propiedad de una tal Fausta, conocida por ser la mujer de Flavio Valerio Constantino, que fue proclamado emperador cuando murió su padre en el año 306.
El emperador Constantino dio libertad de culto a los cristianos con el edicto de Milán del año 313 y, preocupado por ofrecer a la Iglesia naciente un lugar adecuado para sus celebraciones, cedió al Papa Melquíades los terrenos lateranos que su mujer le había dado como dote para construir allí una iglesia.
La Basílica, consagrada en el año 324 por el Papa Silvestre I, fue dedicada al Santísimo Salvador. En el siglo IX Sergio III la dedicó también a san Juan Bautista y en el siglo XII Lucio II añadió a san Juan Evangelista.
Desde el siglo IV hasta el XIV, cuando el Papa se trasladó a Aviñón, Letrán fue la sede principal del papado, convirtiéndose en símbolo y corazón de la vida de la Iglesia.
En 1378, con la elección de Gregorio XI, la sede del Pontífice regresó a Roma, pero como Letrán estaba en pésimas condiciones, se decidió trasladar el poder al Vaticano.
No fue hasta 1650, por encargo del Papa Inocencio X, cuando se decidió la total remodelación de la Basílica gracias a la obra de Francesco Borromini.