Basílica de Santa María la Mayor

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La Basílica Papal de Santa María la Mayor es el santuario mariano más importante y antiguo de Occidente, y es la única entre las Basílicas Papales que ha mantenido intacto su aspecto paleocristiano. Aunque la enriquecieron con añadidos sucesivos, todos los mecenas respetaron el plano original que, por tradición, era considerado fruto de un diseño divino. Según la historia de la fundación, la Virgen María se apareció en sueños al patricio Juan y al Papa Liberio exhortándoles a construir una iglesia dedicada a Ella en el lugar exacto donde hiciera caer la nieve. En la mañana del 5 de agosto del año 358, vieron el perímetro dibujado por la nieve en el monte Esquilino, la más alta de las colinas romanas. La milagrosa nevada se conmemora todavía hoy con pétalos blancos que se dejan caer desde el techo de la Basílica durante la liturgia. La tradición ennoblece a Santa María la Mayor como reliquia mariana, querida y diseñada por la propia Madre de Dios.

 

La Basílica custodia el icono mariano más importante, la Salus Populi Romani. La tradición atribuye la imagen a San Lucas, evangelista y patrón de los pintores. El Papa Francisco pone sus viajes apostólicos bajo la protección de la Salus, a la que suele visitar antes de su partida y después de su regreso.

 

La reliquia de la Santa Cuna, el pesebre donde fue recostado el Niño Jesús, recuerda la importancia de Santa María la Mayor como el Belén de Occidente. Aquí, por primera vez, se celebró la Misa de Nochebuena y durante siglos los Pontífices acudieron a la Basílica manteniendo esta costumbre.

 

Entre las reliquias más importantes, la Basílica custodia los restos de San Matías y de San Jerónimo.

 

El Papa Adriano II acogió en Santa María la Mayor en el año 867 a los santos Cirilo y Metodio y aprobó el uso del paleoeslavo en la liturgia.

 

En la Basílica de Santa María la Mayor están enterrados siete Pontífices.